viernes, 25 de agosto de 2017

HISTORIA DE NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ (IGLESIA DE LA TRINIDAD)

Hoy dejo un interesante artículo de José Manuel Leiva, al que agradezco su permiso para colgarlo en este blog, y Alan Antich Durán, sobre la bellísima Virgen de la Paz de la Iglesia de la Santísima Trinidad del barrio de La Trinidad. Esta Virgen de Gloria tuvo su propia Hermandad el siglo pasado y salía en procesión cada año arropada por los vecinos.

¿POR QUÉ NO VOLVER A ORGANIZAR ESTA HERMANDAD Y DARLE A ESTA MARAVILLOSA VIRGEN TODA LA DEVOCIÓN Y EL AMOR QUE SE MERECE?


Agradecer también a Jose Luis Aceituno Muñoz la cesión de las hermosas fotografías de esta entrada


TRINIDAD Y PAZ:
UNA OLVIDADA ARCHICONGREGACIÓN



José Manuel Leiva Pérez
Alan Antich Durán



Málaga se desperezaba de una difícil posguerra, entrando en la década de los años cincuenta. La ciudad seguía padeciendo en gran medida el lastre de la miseria, especialmente en las zonas obreras, como el barrio de la Trinidad, y su linde al noroeste, la zona de la Calzada de la Trinidad y la Colonia de San Eugenio, cuyos vecinos tuvieron por aquellas fechas la feliz noticia del reconocimiento de la propiedad de sus viviendas, que habían habitado en usufructo durante generaciones.

Desde la Colonia, la urbe comenzaba a adquirir un aspecto casi rural, con la salida al Camino de Suárez y el abrevadero para las bestias de Santa Catalina, entre cortijos y huertas, además de algunos núcleos dispersos de casas, donde escaseaban los servicios esenciales, y cercano discurría el curso del antiguo y casi siempre seco Arroyo de los Ángeles, hoy embovedado bajo su homónima avenida.

El entorno de la Calzada mantenía una personalidad diferente a la de su vecino barrio trinitario, separados por la Plaza de Bailén y la antigua calle Tacón, (hoy avenida de Barcelona). Varios eran los puntos de referencia, como el Cuartel donde tenía su sede el Regimiento Aragón 17. Poco más abajo, el Convento de clausura de la Paz y la Trinidad de las Madres Clarisas y su iglesia anexa, enmarcados por el arco y el compás a modo de placita empedrada, una de las últimas propuestas arquitectónicas de un compás como preludio de un cenobio, al igual que el desaparecido del Santuario de la Victoria, del que sólo nos ha quedado su nombre. Así, los rincones del barrio invitaban a una vida más callejera, de charlas al fresco estival y saludos entre vecinos, siempre con el aroma de la fábrica repostera más antigua de Málaga, la de la familia Angulo, instalada en 1932.

En los años treinta las monjas padecieron muchas vicisitudes, además de la propia guerra, lo que agravaba la pobreza y rigor que caracterizan sus Reglas. Fueron expulsadas en 1931 y sus dependencias ocupadas en una irregular incautación a la fuerza por un heredero del mecenas del cenobio, D. Rafael Rodríguez Prieto. Por fines lucrativos se atentó contra la memoria de su antepasado que había afirmado en 1867 que a costa de sacrificios, privaciones, disgustos y desembolsos cuantiosos había logrado llevar a término un proyecto acometido con la fuerza de la voluntad que puede animar a un católico. (1)

De convento se pasó a casa de vecinos en arrendamiento, lo que refleja la miseria y la falta de recursos de la sociedad de entonces. Casi de surrealista se puede tachar la escena en la que la Madre Carmen, gallega, cocinera y luego asesinada por los marxistas, se opone a abandonar el convento, permaneciendo en él entre las burlas de los vecinos y de un marica que medio desnudo canta ante ella las canciones más obscenas. Cuatro guardias consienten las burlas y tratan de llevársela de allí… La madre permanece ante un cuadro en oración hasta que la superiora le ordena salir. (2)

La iglesia disfrutó de importantes obras de arte que desaparecieron por entonces, convertidas en leña y transportadas en camioneta, y entre ellas la Virgen de la Paz, de las afamadas gubias de Fernando Ortiz, cuya mascarilla fue milagrosamente salvada y custodiada en su casa por un conocido vecino del barrio, D. José Rueda, trabajador de la fábrica de gas del Paseo de los Tilos, que en plena orgía iconoclasta se guardó bajo la chaqueta los restos de la efigie e incluso se encaró con alguno de los asaltantes, simulando un robo cuando se trataba de una protección.

La Virgen de la Paz representa a María sobre una peana de querubines, rodeada de ángeles, y portando un cetro. Los ropajes, muy movidos y ampulosos, eran un magnífico exponente de la infiltración del espíritu rococó en la escultura policromada, mientras que el rostro recordaba los gráciles tipos femeninos esculpidos por Pedro Duque Cornejo.(3)

En 1937 hubo un intento por parte de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa de Málaga para que la imagen fuese titular de dicha entidad, para lo que fueron delegados los Srs. Vizcaíno y Green, pero las negociaciones fueron infructuosas.

Según la hermana Buenaventura, decana actual del convento, la Virgen de la Paz entronca directamente con la advocación de la Virgen de la Descensión, con gran predicamento en Toledo y su provincia. Así, el escritor Gonzalo de Berceo nos cuenta que según refiere Cíxila, Arzobispo de Toledo, en la fiesta de la Encarnación, S. Ildefonso llegado a su iglesia para cantar a horas nocturnas, se encontró con la Santísima Virgen sentada en la sede obispal, recibiendo de Ella un don celestial (que la iconografía representa como una casulla) en premio como hizo de la defensa de su perpetua virginidad. La fiesta de la Descensión de María se celebra el 24 de enero, curiosamente la misma fecha que la Virgen de la Paz. Asimismo la peculiar apertura de brazos que caracteriza a esta imagen da a entender, en cierta medida, la manera de ofrecer la casulla al santo, como si se tratase de la mujer Verónica sosteniendo el lienzo del rostro del Salvador.

A mitad del siglo pasado aparece por el barrio de la Calzada la figura del polifacético cofrade Manuel Valderrama Torres, que toma conciencia de la valía artística e histórica de la Virgen de la Paz, pese a la desacertada restauración a la que fue sometida en su momento, siempre enmarcada dentro del contexto histórico de la época. Manolo llega de la mano de su amigo José Mata, al que acompaña posteriormente José Milanés y entre los tres se dedican por las tardes a pintar de manera altruista los distintos altares de la abandonada iglesia. Valderrama, de familia acomodada ya que su padre era propietario de una carnicería en calle Especería, aportaba de su bolsillo el dinero para el material y además invitaba a la merienda en una época de suma dificultad, estando ante un auténtico mecenas del arte. Manolo ilusiona poco a poco a los jóvenes del barrio y siempre bajo su liderazgo comienza las simientes de lo que años más tarde sería una floreciente corporación letífica, recobrando la iglesia de la Trinidad la tradición cofrade que tuvo en tiempos pretéritos.

El domingo era el día grande del barrio. Los vecinos eran convocados a misa a los sones de la banda de Cornetas y Tambores del Regimiento Aragón 17, que en formación se dirigían desde su acuartelamiento hasta el cercano templo, donde el Padre Jesús Corchón, de las cercanas Escuelas del Ave María del Pasillo de Nateras, oficiaba la Santa Misa, cuando aún el templo no se regía como parroquia. El regimiento era mandado por el Coronel D. José Aranaz Conrado, persona de profunda religiosidad, con una hija que había tomado los hábitos, así como por el Comandante Campano, alias el curita, que realizó una gran labor social entre los más necesitados de la zona, muchos de los cuales comían con los restos diarios del rancho de la tropa. Las celebraciones dominicales eran multitudinarias, con todas las personas de pie, en un templo sin bancos donde resonaba el eco de las cornetas en el momento de la Consagración. El reclamo de las interesantes catequesis del Padre Corchón era aún mayor, al finalizar las mismas con el reparto de bocadillos entre la chiquillería.

Los jóvenes se reunían casi a diario en los amplísimos salones del templo, que utilizaban a modo de club social, talleres de manualidades, escenario de teatro, etc., lo que fue caldo de cultivo para la concreción de un grupo organizado de culto en torno a la Virgen. Esto se plasma en la Real Archicongregación de María Stma. de la Paz y la Stma. Trinidad, curioso título que incluye el componente regio, la unión de una advocación mariana con la de un Misterio, y sobre todo la novedosa inclusión del término archicongregación. En documentos posteriores se altera el orden de los titulares, dándosele la lógica prioridad al Misterio, bajo el ampuloso título de Real Archicongregación del Augusto Misterio de la Stma.Trinidad y María Stma. de la Paz. La personalidad y los conocimientos artísticos de Manolo Valderrama se vislumbran tras todos estos cambios, así como la rosa que la Virgen portaba en su mano derecha junto al cetro real, alude a su clara influencia zamarrillera, ya que fue vestidor de la Amargura, así como de otras dolorosas como la Concepción o la Virgen de Gracia y Esperanza.


La procesión se verifica el domingo siguiente al Corpus de primeros de los cincuenta. No se apuesta por una jornada de Semana Santa, sino que la esencia gloriosa de la imagen condiciona su salida en tal fecha, en unas pequeñas andas, acompañada musicalmente por la banda de cornetas y tambores del cercano cuartel. Como curiosidad, una semana antes realizaba su salida la antigua Virgen de la Trinidad, confirmándonos algunos vecinos que existía cierta competencia en lograr el mejor exorno y orden. Así, la Virgen de la Paz nunca se introdujo en procesión en la zona del barrio trinitario, sino que su recorrido se centraba en los aledaños de la Colonia San Eugenio (Calzada de la Trinidad, Monteleón, Fernando Chirino, Pacheco Maldonado) y bajar por Bailén, Rafaela, Pelayo, etc. para llegar a las inmediaciones de la ermita de Zamarrilla, y regresar por Tacón y la Plaza de Bailén. En alguna ocasión se hizo en sentido contrario, o sea bajando a Zamarrilla por calle Tacón y regresando, ya de noche, por la Colonia de San Eugenio, atravesando su típico arco.

Con el paso de los años los cultos y la procesión de la Paz mejoran considerablemente, captándose dos centenares de hermanos de cuota, no sólo de la zona, sino de todos los rincones de Málaga. Así, en los cartones de cobro, que junto a otros documentos nos ha aportado D. Antonio Lozano, se constatan hermanos en el barrio de Capuchinos, el Perchel o la Victoria. Con esfuerzo se consigue mejorar el ajuar de la Virgen con sayas, estandartes, trono, etc. con cortejos en los que figuraban niños de primera comunión y señoras ataviadas con mantilla, portando velas. Además, hay que señalar la ingeniosa apuesta de Manolo Valderrama por procesionar el Misterio de la Santísima Trinidad en un primer trono que antecediese a la Virgen, siendo ésta una de las únicas escasísimas propuestas similares en Andalucía. En un principio se optó por un grupo labrado en escayola de escaso nivel artístico y algo desproporcionado realizado por el escultor Téllez de Rivera en su taller de Ciudad Jardín, que aún se conserva en las dependencias del convento, y que al año siguiente de su estreno fue sustituido por un conjunto en pasta de madera de los talleres de Olot, que aún sigue presidiendo el altar mayor de la iglesia de la Trinidad, adquirido por 6.000 ptas. en la desaparecida tienda de artículos religiosos de calle Strachan, Hermanos Rodríguez, siendo sufragado íntegramente por un hermano que quiso quedar en el anonimato.

La hermandad continúa una vida próspera, celebrando actos caritativos, comidas, excursiones e imprimiendo lotería de Navidad con plena capacidad jurídica, participando en alguna ocasión en la procesión del Corpus de Málaga, así como en el Corpus chico de la Trinidad. Así, la financiación de la entidad estaba conseguida, a lo que había que unir la Cruces de Mayo y algunos festejos veraniegos organizados en la Colonia por María la Morena, un personaje creativo, motor cultural del barrio y que durante muchísimos años vistió a la Virgen de la Paz, sucediéndole más tarde en esta labor su hija.

Sin duda, una fecha trascendente y de gran autoestima para los devotos de la Virgen de la Paz, y por extensión para toda la zona de la Calzada, fue la de Primero de noviembre de 1950. En esa luminosa mañana se celebró una congregación de imágenes marianas en la antigua Plaza de Jose Antonio, con motivo de la proclamación del Dogma de la Asunción gloriosa de Nuestra Señora a los cielos en cuerpo y alma. Junto a la Patrona, Santa María de la Victoria, se dieron citas, entronizadas en pequeñas andas, un elenco de 24 efigies de Pasión o Gloria. De la zona noroeste bajaron la Zamarrilla, la Trinidad y la Paz, que con pequeñas comitivas matinales cruzaron el Puente de la Aurora, y se adentraron en la Plaza a través de Especería y Cisneros. Quizá sea esta la única ocasión en que la Virgen de la Paz haya bajado al centro de la ciudad, en cuyo corazón permaneció unas pocas de horas, hasta las dos de la tarde, cuando comenzó a disgregarse la concentración para volver todas las Vírgenes a su punto de origen, quizá siendo la Calzada uno de los más distantes. Como curiosidad, durante unas pocas horas, las dos malagueñas vírgenes de la Paz, la trinitaria y la ferroviaria, permanecieron muy próximas. Incluso no es difícil imaginar que habría cierto acercamiento entre sus seguidores, dentro del rigor de la época. Para Manuel Valderrama tuvo que ser una gratísima experiencia

La importancia lograda por esta casi desconocida archicongregación se ve reflejada en los notables mecenazgos de la misma y en la repercusión social de algunos de sus actos. Así, la Marquesa de Santa Pola fue una fiel benefactora, regalándole una saya con su escudo nobiliario, que aún se conversa. Además, se puede definir de multitudinaria la visita que la gran artista del momento, Lolita Sevilla, hizo a la Virgen, para ser nombrada Camarera de Honor e imponérsele la medalla y escapulario corporativos, desplazándose directamente desde Madrid para tal ocasión, siendo agasajada por Manuel Valderrama y toda su directiva, lo que demuestra la capacidad de organización e infraestructura alcanzada por este grupo cofrade. También cuentan las crónicas la relación con Antonio Molina y los problemas de última hora que le impidieron corresponder a una invitación oficial, pese a una abarrotada plaza del Compás esperando la llegada de la figura de la copla y el cine.

Otra persona importante relacionada con la archicongregación es el sevillano Paulino González, profesor de arte y compositor musical, que dedicó un bello soneto a la Virgen, editado más tarde por la hermandad:

En la tarde estival, igual que un sueño/ entre filas de blancos jazmineros, / avanza coronada de luceros / por las calles de un barrio malagueño.

Bajo su manto azul, claro y sedeño/ yo quisiera cruzar por el sendero,/ aunque a cambio quedase prisionero/ en su rostro ideal, siempre risueño.


¡Oh Virgen de la Paz! ¡Madre Amorosa!/ No teniendo a la mano ni una rosa/ al verte yo pasar en procesión./ Con llanto busco para ti una prenda/ que llevar a tus pies como mi ofrenda/ mas sólo encuentro un triste corazón.

Los cultos principales de la archicongregación se hacían coincidir con la festividad de la Virgen de la Paz en enero, con impresionantes montajes en el altar mayor del templo, además de el Triduo Sacro en Semana Santa y el Triduo la semana del Corpus. En un díptico del año 1954 se contempla la agregación a la Pía Asociación de Desagravios y Adoración Perpetua a la Stma.Trinidad y un orden de cultos a la Santísima Trinidad, Patrona del Barrio, entre los días 13 y 17 junio, Año Santo Mariano. El día 13 tuvo lugar la bendición del nuevo grupo escultórico a las 10 de la mañana, con Oración Sagrada a cargo del capellán de las Carmelitas Descalzas, D. Manuel Rodríguez. Los días 14, 15 y 16 a las 8 de la mañana, Misa rezada, con Exposición del Santísimo Sacramento en Jubileo de XL horas, y por la tarde, Trisagio Solemne, Ejercicio del Tríduo, Sermón, Bendición con el Santísimo y Salve en honor de María Stma. de la Paz, presidido por D. Alfonso Gómez, coadjutor de San Pablo. Ya el día 17, Festividad del Corpus Christi, a las 9 de la mañana, Misa de Comunión General obligatoria para todos los archicongregantes, oficiada por el Capellán de honor, D. Jesús Corchón, y finalmente el domingo 20, Octava de la Santísima Trinidad, Solemne Procesión de Gloria por las calles del barrio, de los Venerados Titulares.

Los primeros tronos realizados por Rafael Ruiz Liébana fueron para esta hermandad, estrenándose en 1954. Me los encargó el hermano mayor, Manuel Valderrama y tardé poco en imaginármelos. Lo que es la concepción en sí del trono la tienes ya en la mente y lo único que hay que hacer es ponerse manos a la obra. Eso sí, tuvo que atenerme a las dimensiones de la puerta de la iglesia… Se construyeron en la propia feligresía. Seguí la enseñanza de mi maestro Cabello; me inspiré en la reforma que él había hecho para el Mutilado. Los tronos, que ya no existen, se procesionaron por vez primera en las fiestas del barrio. Fue aquél un gran momento en mi vida.(4)

Manolo Valderrama edita unos folletos de suscripción, con un emotivo texto en que afirmaba que le eran precisas 20.000 ptas. Mucho más merece esta Virgen que se asoma con ojos cariñosos al camarín de su iglesia. Mas no somos lerdos y no se nos oculta, por tanto, que hemos de desenvolvernos en un barrio más que pobre, paupérrimo… No te importe en ningún momento que tu óbolo no alcance al de otros más poderosos que tú, con el que la fortuna ha sido más grata. Ante los ojos de Dios sólo cuentan las voluntades, no las cantidades… En los años previos tanto el Misterio de la Trinidad como la Virgen fueron procesionados en tronos provisionales, de pequeñas dimensiones, aunque el trío divino siempre fue muy pesado y en alguna ocasión fue complicado el empinado regreso por la Calzada de la Trinidad.

No obstante, la crisis no tardó en llegar. Los motivos fueron externos a la corporación ya que todos los documentos y comentarios inciden en una vida floreciente con perspectivas halagüeñas, que fueron truncadas de cuajo por la decisión del Obispado de constituir la iglesia en parroquia y liberarla de la dependencia del templo paulense. Así, llega de Álora como párroco D. José Peña y el destino jugó una mala pasada a este grupo de cofrades.

Don José era un hombre estricto, seco y autoritario, que no se amilanaba en afear en plena celebración a unos padres si un pequeño rompía a llorar o si se oían pisadas o toses, incluso amenazando en alguna ocasión con llamar a la autoridad, cuando una persona le recriminó en público su mal genio en un lugar sagrado. Como era de temer, chocó con la alegría, la imaginación y la espontaneidad de la juventud del barrio. En una primera reunión, afirmó que él sólo pedía un clavo para colgar el sombrero, pero la triste realidad fue que expulsó a toda la juventud de los locales de la parroquia, estableciendo allí su residencia junto a toda su familia. En poco tiempo, convirtió una parroquia viva, atestada y floreciente en un frío y amplio recinto y en sus planes no había opción, ni mucho menos, para una hermandad tan activa.

Ya en 1961 apareció la lluvia durante la procesión y prohibió a los vecinos que se resguardaran en la iglesia, cerrando las puertas de forma violenta. Pero la crisis se agravó en 1962 cuando se negó a que los tronos se montasen en el interior del templo, llegando con retraso a la costumbre que propició en Málaga el engrandecimiento de las andas, aunque sí permitió la salida desde dentro, por lo que no hubo que levantar un tinglao. Sin embargo, los ánimos estaban crispados, a lo que se unió un lamentable suceso. Era tradición que durante la procesión se lanzasen cohetes para anunciar la llegada del cortejo, como actualmente hacen las hermandades rocieras, pero la mala fortuna hizo que en la misma salida cayese una chispa sobre el cestón que llevaba Antoñico, y se prendieran de manera accidental un manojo de los mismos, provocando una enorme traca, que causó pánico y carreras entre el gentío. Incluso algún que otro quemado tuvo que ser llevado al Hospital Civil. Para colmo, el trono de la Virgen, que en ese momento estaba con las patas replegadas para poder sortear el arco, cayó al suelo de manera estrepitosa al ser abandonado por los portadores, extendiéndose posteriormente el bulo de que había aplastado a algunos hombres que había en su interior.

Como es de imaginar, el enfado de Don José fue monumental, lo que le sirvió como pretexto perfecto para prohibir en años sucesivos la salida del Misterio y de la Virgen. Por un motivo tan prosaico y por la extrema autoridad de un párroco de pueblo, se dio al traste con el trabajo e ilusiones de diez años, lo que fue el principio del fin de la archicongregación. Las protestas, entrevistas y peticiones a Don José fueron infructuosas, estando ante un caso histórico de prohibición definitiva de una procesión sin derecho a réplica.

Por desgracia, hasta la fecha no han aparecido los libros de actas o de cuentas de la archicongregación y sobre todo cómo sentó este varapalo en sus directivos, y especialmente en Valderrama, que nunca tuvo una buena relación con el párroco, todo lo contrario que con las monjas, las cuales no tuvieron ninguna intervención en la prohibición de los cultos externos. Eso sí, se conservan en el convento el estandartes rojo de la Trinidad y el celeste de la Virgen, pintados por Paulino González.

La relación entre los vecinos y las monjas, pese a Don José, continuaron siendo más que cordiales. Con los años el párroco fue destinado a la iglesia del Sagrario, pero tras su ida no se alcanzó el impulso anterior para recuperar la procesión. María Fernández, hija de María la Morena, afirma que si su madre no hubiese fallecido por entonces, quizá hubiera podido aglutinar de nuevo al barrio en torno a la Virgen y el Misterio, pero el poso de desidia y desapego al templo había calado profundamente. Asimismo Manolo Valderrama falleció años más tarde de manera inesperada y repentina.

En los años setenta hubo un nuevo intento de expulsar a las monjas y fueron algunos vecinos de la Colonia los que asesoraron a las religiosas a través de un abogado. Ya en los noventa, y coincidiendo con el florecimiento de nuevas hermandades, surgió un intento de crear una hermandad de Pasión con las advocaciones de Cristo de la Calzada y Virgen de la Paz. La idea era la de un Nazarena cargando la Cruz, con un interesante título que aludía a la vez al barrio y a la Vía Dolorosa. Aunque el proyecto llegó a aglutinar a un importante número de personas no llegó a fructificar, y quizá hoy en día sería una hermandad agrupada más. De nuevo la fortuna dio la espalda a lo que se unió, tal vez, la esencia letífica y no pasionista de la Virgen.

Otra identidad, como el Cuartel, cayó en desuso y hasta el día de hoy duerme el sueño de los litigios políticos, mientras es poco a poco desmantelado en sus columnas y maderas. Para colmo de males, el emblemático mosaico de la Colonia San Eugenio fue desmontado por la construcción de un edificio y se espera ansiosa su restauración, como muestra antropológica de convivencia en una disposición urbana original, con claras influencias inglesas, a medio paso entre la cooperativa y la beneficiencia. Eso sí, los dos arcos perduran, aunque necesitan una urgente restauración, y el Compás sigue siendo un espacio definido, pese a estar condenado a ser un caótico garage.

Finalmente, el pasado diciembre la Virgen fue presentada tras una restauración a la que ha sido sometida por el imaginero veleño Israel Cornejo. El acierto del trabajo contrasta con el anecdótico cambio de mano del cetro, atributo regio que ha pasado de la diestra a la siniestra. Quizá, medio siglo más tarde sea el momento de replantearse reconocer el inmenso trabajo de aquella generación de cofrades de la Calzada y la Colonia, con la reactivación de esta archicongregación y su sencilla procesión, que podría ser hoy en día una de las Glorias más punteras de Málaga. A algunos de aquellos jóvenes, que hoy superan los setenta años, se les humedecen los ojos imaginando ver a su Virgen cruzar de nuevo los dos arcos… con permiso de Don José Peña.

(1) JIMENEZ GUERRERO, J. : La Quema de Conventos en Málaga, Mayo 1931. Ed. Arguval, Málaga 2006. p.122
(2) Idem, p. 123.
(3) SANCHEZ LOPEZ, J.A.: El Alma de la Madera, Cinco Siglos de Iconografía y Escultura procesional en Málaga. Ed. Real y Excma. Hdad. Ntro. Padre Jesús del Santo Suplicio, Stmo.Cristo de los Milagros y María Stma. de la Amargura (Zamarrilla) Málaga 1996, p.311.
(4) PEREZ SAN EMETERIO, C.: Mis conversaciones con Rafael Liébana. Ed. S.I.Catedral de Málaga, Málaga 2005. p.42.


Artículo de la Revista Estandarte, de la Cofradía del Cautivo. AÑO 2007.

No hay comentarios:

Publicar un comentario